Manuel por fin se compró una bicicleta, era roja y estaba muy entusiasmado por salir con sus amigos para estrenarla. Ese viernes por la noche arregló con Sebastián y Jesús para salir a La Caldera, el punto de encuentro iba a ser la plaza del barrio a las 08:00 de la mañana. Decidieron qué almorzarían y se fueron a dormir temprano. A la hora acordada se reunieron los tres para emprendier viaje, llegaron hasta Vaqueros rápido, sin problemas, pero Jesús que tenía un poco más de experiencia sabía que los esperaba una subida muy empinada y dura para las piernas. Se plantearon su primer desafío, no pararían hasta completar la subida, no se bajarían de sus bicicletas por nada. Los tres sintieron que completar ese exigente tramo les tomó media mañana por lo larga y agotadora que fue, pero lograron su objetivo.
Llegaron hasta La Caldera tras recorrer una ruta llena de curvas y autos, estaban contentos por haber completado el trayecto, entraron al pueblo para buscar un lugar donde descansar pero después de dar muchas vueltas sin encontrar algo que los convenciera decidieron ir más lejos. Sacaron fuerzas de sus ganas de aventura y retomaron la ruta que llegaba hasta un dique, en mitad de camino encontraron un desvío que bajaba hasta el río pero se veía inundado, no parecía nada firme, entonces Sebastián tomo la posta decidiendo investigar el camino. A los gritos de -¡Calamares, calamares!- empezó a