lunes, 30 de diciembre de 2013

Tres tomos

El uno vio como la mesa se movía de un lado al otro, triste, estaba renga ya de vieja así que se acostó abajo de la pata corta. Está contento, al menos ya no se rompen más vasos.
El dos está como enamorado de la puerta, se la pasa el día entero pegoteado a ella, no la suelta por nada, ni el viento lo separa de su amada.
Y al tres ya casi no se lo ve, tanta tierra tiene el desgraciado que parece invisible. 
Pobres, pobresitos los libros, ahora los lee la indiferencia.

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