Cada primero de enero la ventana de la buhardilla amanece abierta y por ahí se meten los pájaros. Entran en silencio para llevarse un color.
Imer tiene 35 años y está más negro que su sombra, ya no tiene nada para darles pero esas aves son las únicas criaturas con las que puede hablar.
miércoles, 22 de enero de 2014
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